April 16, 2010

Una Tarde en el Vaticano

Soy una persona espiritual pero no religiosa en el sentido de asistir a misa todos los domingos o leer la Biblia constantemente. Mi idea de ser una buena “católica” es ser buena persona y ser bondadosa con los demás en cuestión de tiempo, dinero, compasión y amistad. Yo creo que solo así puedo demostrar mi fe en Dios y en la humanidad y solo así podré ayudar.

Con eso ya claro, cuando estuve en Roma, fui al Vaticano y visite el museo junto con la Catedral de San Pedro. La cantidad de personas que visitan este pequeño país es asombroso. Siempre hay fila para entrar y ya adentro, hay mares de personas visitando la “casa” de nuestra fe y de muchas obras de arte (para los que no son católicos pero si visitan el Vaticano).

Recuerdo que cuando llegue al hotel donde me hospede, pregunte si era seguro regresar al hotel por la noche ya que estaría yo sola y la persona encargada, un hombre muy alegre, me dijo “Claro que si, somos vecinos del Papa. No creo que podamos estar mas seguros en otra parte.” El hotel quedaba a solo dos cuadras del Vaticano, y en efecto, es una zona muy segura en Roma.

Ya con mis pertenencias en mi habitación, de inmediato camine al Vaticano. Cuando cruce “la frontera” de Roma al Vaticano, me quede asombrada y solo podía admirar. Aparte de que la catedral sea una estructura inmensa y asombrosa, sentí diferente al estar allí. Sentí tranquilidad, paz, e inmensidad que no puedo describir bien con palabras. Después de hacer el “tour” de la catedral y el museo el primer día en Roma, regresaba al Vaticano por las tardes y me sentaba a admirar a las personas y a la iglesia. Todas las tardes que estuve en Roma regrese al Vaticano. Admiraba el cambio de color del cielo con la puesta del sol y como este cambio afectaba la apariencia del Vaticano. Observaba a las personas que caminaban y visitaban el Vaticano llenas de fe. Había gente de todo el mundo y de todas religiones: monjas de Calcuta, monjes, sacerdotes, monjes orientales, musulmanes, etc. Se podía hacer un muestrario de las diferentes religiones en el mundo en el Vaticano. Después de mi visita al Vaticano, regresaba al hotel muy relajada, sin importar todo lo que había caminado durante el día, y en un estado mental completamente en paz y tranquilo. Era impresionante.

Repito que creo en Dios y si pienso que Dios esta en todas partes, ya sea en el Vaticano, en las iglesias Católicas alrededor del mundo, en las casas de los creyentes y en las calles cuidando a los mas desafortunados. Yo creo que Dios estaba presente en el Vaticano cuando fui pero pienso que esa tranquilidad que sentía día tras día no era solo por su presencia. Creo que también las personas que estaban presentes, sin importar su religión, creaban ese ambiente de tranquilidad. Lo que me asombra de cualquier religión, fe, creencia o filosofía, como la llame cada grupo de personas, es la fuerza y el poder que se crea porque un grupo de personas creen en lo mismo.

La mente es lo mas poderoso que tenemos los seres humanos y cuando juntamos nuestras mentes y energías por algo que creemos, cambiamos todo lo que nos rodea y eso es lo que sucede en el Vaticano todos los días. El Vaticano es un lugar tan asombroso y espiritual por las millones de personas que lo visitan todos los años.

Adentro de la Catedral de San Pedro, hay una escultura de San Pedro en mármol negro que es una obra de arte. Todas las personas que entran pueden tocarle los pies y pedir algo y es por eso que los pies de San Pedro ya están deformes. No se puede ver el detalle de los dedos de los pies y la forma del pie esta un poco alargada. ¿Cuantas personas tienen que sobar los pies de San Pedro para causar un daño tan severo a una piedra tan fuerte?

Yo no quiero promover una religión o presumir de la fuerza de la fe de un grupo de personas. Estoy segura que las mezquitas de Estambul, los templos budistas en el Oriente y las pirámides Egipcias y prehispánicas tienen el mismo efecto que tuvo el Vaticano. Lo que busco en esta reflexión es compartir mi asombro por la fe y por el poder de la humanidad. Cuando creemos en algo, ya sea en alguna religión, en algún principio, en alguna persona o hasta en algún deporte, somos los autores de esta misma magia de la que platico que sentí en el Vaticano. Lo importante es siempre canalizarlo para el bien y no para el mal.

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