En la
habitación 203 del hospital, se encontraba Alexis con su esposo Carlos. Llevaban mas de un mes entre operaciones y rehabilitación
después del terrible accidente automovilístico en el cual unos jóvenes que
manejaban en estado de ebriedad se estrellaron contra el auto de Carlos. El iba saliendo tarde del trabajo porque el día
siguiente salía de viaje con Alexis a Italia.
Después de varios años de matrimonio y muchos mas de vivir juntos,
Alexis y Carlos decidieron viajar a Italia para re encontrarse y mejorar su
situación amorosa. No estaban teniendo
problemas de amor—ellos estaban locamente enamorados desde que empezó su relación
pero la vida cotidiana y la rutina los tenia un poco aburridos y con el
aburrimiento venían muchos pleitos sobre cosas insignificantes. Los dos sabían la razón de estos conflictos y
fue por eso que decidieron hacer el viaje de sus sueños—viajar por Italia
bebiendo mucho vino, comiendo pasta y caminando por las calles y museos de la
mano, como novios de secundaria. El
simple echo de tomar la decisión de viajar ayudo mucho a su relación y todo parecía
que se iba mejorando. De inmediato
seleccionaron las fechas para su viaje y Carlos dio aviso en su trabajo. El trabajaba como editor en una pequeña
empresa que se dedicaba a publicar libros de buena substancia y a un costo bajo
para los escritores. La editorial no
tenia nombre de pedigrí pero le dedicaba suficiente tiempo en creación y
mercadotecnia a sus autores y por eso tenían buenas ganancias. Carlos ganaba un buen sueldo y tenia el
trabajo de sus sueños el cual lo llevo a conocer al amor de su vida,
Alexis. Alexis era de las pocas
escritoras de libros infantiles que creía en el valor que tienen los libros
para niños. Desde su infancia le
encantaba leer libros que no solo entretenían pero también enseñaban a los
niños a ser mejores personas. Alexis creía
como algunas personas creen en algún tipo de religión, que todos los temas de
la vida se le podían presentar a un niño sin traumarlo pero mas bien para
enseñarle que parte de la belleza de vivir era enfrentar los problemas. Uno de sus libros favoritos era sobre una
niña que tenia cáncer y el cuento era desde la perspectiva de su mejor
amigo. Otro libro que le encantaba era
sobre unos elefantes de Japón que tenían que ser sacrificados por cuestiones de
guerra. Eran temas difíciles pero si el
autor escogía las palabras adecuadas y los dibujos eran igual de adecuados,
cualquier niño podría entender el problema y superarlo. Alexis entendía que todos los niños eran
sumamente inteligentes, mas de lo que los adultos creían y por eso dedicaba sus
días a escribir cuentos y luego a colaborar con los artistas para crear un
libro perfecto. Pero poca gente tenia la
misma mentalidad y Alexis siempre batallo con sus editores y las empresas para
las cuales ellos trabajaban porque no creían en su sueño y no veían como buen
mercado los libros infantiles. Alexis sufrió
por varios años hasta que alguien le recomendó la editorial donde trabajaba
Carlos y fue así como se conocieron.
Ella le llevo su mas reciente libro y le platico a Carlos sobre sus
sueños y sus ideas sobre los libros infantiles.
El desconocía el mercado pero al escucharla platicar tan apasionadamente
se dio cuenta que Alexis tenia razón y tomo la decisión de publicar su
libro. Unos meses después y con dos
libros de Alexis ya publicados, Carlos la invito a cenar porque el sabia que
ella era una mujer extraordinaria y con ella quería compartir su vida. Alexis dudo mucho en aceptar porque sus
relaciones anteriores habían sido terribles y ella ya tenia suficientes
problemas emocionales como para agregar un noviazgo con su editor pero después
de mucha consideración acepto la invitación y salieron a cenar juntos. Carlos ya conocía un poco de Alexis y sabia
que su lugar favorito era Coyoacan pero para enseñarle un lugar nuevo con el
mismo espíritu de antigüedad de Coyoacan la llevo al centro de Tlalpan a un
restaurante muy intimo con buena comida y no execivamenente caro. A los dos les gustaba comer bien pero no
frecuentaban lugares exclusivos ni comían caviar todas las noches. Como buenas almas artísticas, sabían que la
buena comida estaba en los restaurantes que no solo procuraban los platillos y
el ambiente pero también el precio. La
primera cita fue todo un éxito. Al principio
los dos estaban muy nerviosos pero su compatibilidad intelectual los mantuvo
muy ocupados en conversación sobre libros, arte y política y después de la cena
su atracción física los mantuvo abrazados mientras caminaban por el
parque. Y con la misma atracción de la
primera cita fue su relación a todo momento por mas de diez años hasta que se
tuvieron que enfrentar a la realidad de la vida y la muerte después del accidente
de Carlos.
Los días en el
hospital eran eternos para Alexis. En
unos cuantos días conoció a todo tipo de especialistas –unos que ella ni
siquiera sabia que existían. El neurólogo
temía que Carlos no despertara porque su cerebro estaba en coma, el traumatólogo
asesaba diario la recuperación de Carlos, el dermatólogo temía que la piel no
se recuperaría por las quemaduras. Todos
los días los diez doctores de Carlos le rendían explicaciones y evaluaciones a
Alexis pero ninguno podía obligar a Carlos a despertar. Alexis siempre fue buena estudiante. Cuando estaba en la preparatoria y la
universidad siempre investigaba y estudiaba todo lo obligatorio, recomendado y
hasta lo apenas mencionado en clase.
Pero era así hasta en actividades cuotidianas. Su primer coche era un poco viejo y después
de una mala experiencia con un mecánico, ella aprendió como funcionaban los
autos y obligaba a los mecánicos a enseñarle como arreglaban su coche. Cuando empezaba a gotear una tubería en su
casa, ella misma investigaba cual era el problema y lo arreglaba. Y lo mismo hizo con la “enfermedad” de
Carlos. Todos los días investigaba por
Internet y compraba libros sobre los problemas cerebrales y le hacia a los
doctores mas preguntas medicas que lo que los doctores esperaban. Alexis sabia de los casos en los cuales los
pacientes despertaron y porque se creía que se habían recuperado pero también
sabia de los casos fallidos –todas las personas que pasaban años en coma y los
que las familias decidieron desconectar.
Todavía no estaba en momento de contemplar esta decisión pero su
necesidad de mantenerse informada era mayor.
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